El ser o no ser de la electrónica latinoamericana


Latinoamérica se sumerge en la electrónica y aporta frescura a la estancada escena Europea.

El sello Cómeme es uno de los paradigmas de esa renovación.


Ser o no ser, ésa es la cuestión. La música electrónica latinoamericana, desde sus primeros avistamientos formales, a partir de los ochenta, apeló al dilema hamletiano para definir su identidad. 

El artista de música electrónica venezolanoTrujillo.

Si bien durante sus inicios no hizo más que calcar a Kraftwerk o Depeche Mode, mientras que la comunidad gay de la región trató de sincretizar -a través de un sinnúmero de ensayos moldeados por el flácido espíritu de tolerancia e integración que brindaba la sociedad de aquel entonces- sus propias versiones del Paradise Garage, pasaron muchos años para que esta cultura comenzara a comprenderse. No obstante, casi al mismo tiempo de que la llegada de la rave le partiera a más de uno la cabeza -en ocasiones, literalmente- e impulsara la segmentación de estilos, exponentes y escenas, el beat en esta parte del Atlántico se envalentonó y se animó a flirtear con la tradición musical criolla. Desde entonces, hace ya tres lustros, la distención entre propuestas locales con tilde en lo autóctono y las que apostaban por sumarle personalidad a las líneas conceptuales diseñadas en los ejes del imperialismo de las vanguardias sonoras, aunado al deslumbramiento que provocaron los DJ y las mega fiestas, desembocaron en la inserción de un nuevo lenguaje en el orden mundial del baile y de la experimentación.

Venezuela ostenta una diáspora de productores y DJs en Berlín, encabezada por Argenis Brito, Miguel Toro y la reina del techno cabaret Aérea Negrot.

A pesar de que la llamada electrónica periférica, la protagonizada por la familia del tropical bass, que engloba desde la nü cumbia hasta el dembow dominicano, pasando por el tribal guarachero mexicano, el baile funk brasileño o la changa tuki venezolana, conquista a Europa y Estados Unidos, transformándose en la primera respuesta y aporte de manufactura ciento por ciento latinoamericana a la música electrónica global, un sinfín de productores y DJs de Sudamérica y México, principalmente, figuran en la actualidad entre las referencias de estilos ya establecidos como el house, el techno, el electro o el dubstep, y que conforman el frente de batalla de la región en contraposición al polémico EDM. 

Lo curioso es que, ante la falta de un circuito efectivo y autosustentable en sus respectivos países, muchos de estos exponentes, artífices con años de experiencia o jóvenes de la Generación Y que saltaron de sus dormitorios a agitar la noche en fiestas y clubes, hicieron sus maletas, seducidos por las ofertas de sellos y bookings europeos o impulsados por el hastío, para forjarse una trayectoria en el extranjero estableciéndose a tiempo completo en Berlín o Barcelona o, al menos, decididos a pasar una larga temporada en las capitales del dance.


El mexicano Mauricio Rebolledo

En 2009, meses después de sacudir las pistas de baile con el hit Pitaya frenesí, la etiqueta de “figura sensación” de Mauricio Rebolledo fue corregida por la de “artista conmoción” al estrenar el sencillo Guerrero. El cantante, productor y DJ mexicano, quien actuó en el Primavera Sound de 2012 y ahora mismo lleva adelante el proyecto Pachanga Boys, es el principal referente de la escena electrónica de su país no sólo en Alemania, donde pasa buena parte del año, pues integra el catálogo del sello Kompakt, sino en el resto del mundo. Sin embargo, el exponente veracruzano, cuya propuesta es una conjunción muy personal de techno, nü disco y electro oscuro, es la punta del iceberg de la escena underground de su país, que funciona paralelamente -aunque a veces suela cruzarse- con el beat mestizo que bien supieron labrar Nortec Collective, el Instituto Mexicano del Sonido o Toy Selectah, pero que, consonante con la época dorada que ha vivido la música de la nación norteamericana en la última década, ha visto surgir a una flamante avanzada compuesta por los dusbstep Kupa, MHV, PDP y E.Lebleu & Rugoso, los IDM Tresmil330, el fidget house de Polígono, el bastard pop de Majadero, y esa versión tan nativa del house y del techno del laboratorio unipersonal María y José.



El descubrimiento de Rebolledo al mundo se debió al espaldarazo que le brindó el productor, DJ y cabecilla del sello Cómeme, Matías Aguayo. El artista chileno integra la avanzada de creadores de la nación austral erigida en Alemania, también llamada la “Chilean Mafia”, que durante años fue el modelo a seguir para Santiago de Chile. “A lo largo de mucho tiempo, la electrónica local fue muy escéptica, sobre todo con esa conexión que tiene que ver con el minimal. Cualquier DJ de medio pelo pone en su currículo que compartió cabina con Ricardo Villalobos, pero los más jóvenes rompieron con eso”, afirma Cristian Araya Salamanca, director de la plataforma multimedia Super 45. “En este momento, existe una movida que gira en torno a los netlabels Diamante y Discos Pegaos. El primero está conectado con el dubstep, mientras que el otro tiene sus influencias en el nü disco, el house y el hip hop”. Pese a que en ese trozo del Altiplano el EDM saborea la popularidad, algunos productores y DJs ajenos a la moda sorprenden al mainstream. “DJ Méndez, con un hip hop comercial, o Matanza, que incorpora folclore en su propuesta, son atractivos. Aunque hay un productor, la cabeza de Diamante, Daniel Klauser, que está metiendo ruido”.

El artista argentino Jonas Kopp.

Así como Chile, Venezuela ostenta una diáspora de productores y DJs en Berlín, encabezada por Argenis Brito, Miguel Toro y la reina del techno cabaret Aérea Negrot. Aunque también formó una sucursal en Barcelona, con la escudería Galáktika Records y el alquimista del beat golpeador, Cardopusher. No obstante, Trujillo, álter ego de Andrés Astorga, es uno de los artistas de la electrónica bolivariana que aún apuesta por labrarse una carrera desde su país. El merideño acaba de regresar a su terruño tras mostrar en Europa su primer álbum, Daltonic Now! (2011), orientado al slo-mo y el nü disco. Pero esto no hubiera sido posible sin esos empujones inesperados que provoca el azar, pues en 2010 el asimismo remezclador conoció en Caracas a Claas Brieler, capo del sello alemán Jazzanova, quien lo presentó al circuito. Algo similar a lo que sucedió a Fur Coast, dúo caraqueño de tech house y deep house, que la rompe gracias al remix aplanador que le sirvió en bandeja Totally Enormous Extinct Dinosaurs. “La electrónica está creciendo en un momento súper prolífico de la música venezolana”, reconoce Trujillo. “Lo único que lamento es no venga más talento de afuera. A Bogotá, que está al lado, van todos, y aquí no viene a tocar ni un cuarto de esa gente”.

Colombia disfruta de uno de los mejores momentos musicales de su historia. Y la electrónica no ha sido la excepción. La cultura del género creció de tal manera en el país que hoy es una parada ineludible para los grandes arquetipos de la escena global. “Colombia está siendo parte del proceso. Hemos sido privilegiados al presentar a casi todas las estrellas que existen”, comparte Gare Mat K, productor y DJ de la nación cafetera. “La electrónica no para, tanto a nivel underground como comercial. Como en toda Sudamérica, vivió momentos de gloria, de 2000 a 2005. Estuvo muy bien posicionada con otras tendencias y estilos. La movida nacional ha tenido varios cambios, y veo que hoy la tendencia tira más hacia el electro, lo que no quiere decir que el trance y el house sigan siendo fuertes allá. Hay talento importante, aunque aún está en desarrollo”. Actualmente establecido en Argentina, después de deambular por Berlín, Barcelona y Brasil, el artífice de techno, minimal y progressive, que copa la atención internacional entre los arquetipos colombianos del beat, al lado de J. Cruz (residenciado en Chile), el bogotano Alex Young y el paisa Sano, prepara su cuarto trabajo. “Está influido por el synth pop, y cruzo los dedos para ver si sale o por el sello de Richie Hawtin o de Marc Houle”.



Hace muchos años atrás, Buenos Aires era el modelo de circuito a seguir por el resto de la electrónica sudamericana. Hoy tan sólo queda el recuerdo de la utopía, y una camada de talentosísimos productores y DJs que son más reconocidos en Europa que en su propio país. Al punto de que la revista Groove, el evangelio alemán del dance, le dedicó un especial en uno de sus números a estos artífices, casi todos con un pie en suelo germano. Guti, Barem, Nico Purman, Franco Cinelli, Andrés Zacco y Ernesto Ferreira, arengadores del minimal y del tech house, y Jonas Kopp, incipiente estrella del techno cuya primera oportunidad en las lides mundiales vino de la mano de Matthew Dear, protagonizan la legión extranjera argentina en las pistas de baile. Sin embargo, ninguno de ellos ha podido patentar un himno reciente de la intensidad de De la cabeza, de los DJs Pareja, artesanos en la agitación del house hedonista, o de la masividad de Plase Me, de la agrupación de electro Poncho. Y es que mientras el hit de la dupla de la escudería Cómeme rompe los charts y recibió el pulgar arriba de Tiga, Erol Alkan, Ewan Person y Justin Robertson, el del trío capitaneado por el inagotable Javier Zuker fue, luego de que lo resucitara un comercial televisivo, el último gran hito del verano local.

Originaria de Río Janeiro, The Twelves logró rápidamente hacerse un nombre tanto en el circuito dance de Brasil como en el internacional. “No conozco productores cariocas que hayan tenido éxito, pues ésta es la tierra del baile funk”, reconoce João Miguel, componente de la dupla creada en 2006. “Sin embargo, el movimiento está finalmente creciendo y ganando prestigio”. A pesar de que su sonido pareciera apuntar hacia un lugar bien definido, el dúo de indie dance, house y electro, que abrazó la notoriedad gracias a sus remixes, se resiste a las etiquetas. “No formamos parte de una sola escena ni tampoco somos capaces de clasificar nuestro sonido debido a que las referencias que manejamos son muchas”. Si bien la electrónica brasileña se instaló en el resto del mundo en los noventa gracias al drum and bass con tupé sambista que le inyectaron DJ Marky y DJ Patife, al que le secundó la fama que se ganó Gui Boratto en las lides del tech house, y más recientemente la irrupción de una flamante algarada de nombres entre los que resaltan Killer on the Dancefloor y de Mixhell, la instalación por segundo año consecutivo del Sónar demuestra la confianza de la organización del evento en esta plaza. Se trata de la confirmación del cambio en el nuevo orden del beat.

Fuente: cultura.elpais.com